La forma de conservar mi postura, es hacerme la víctima,
de un amor impreciso, de una palabra escondida.
De un a destiempo profano, de un rincón de mentiras.
Del sortilegio de saber que eras mía y que seguirás siendo mía.
La situación de esconderme a tu vista,
no es más que un momento por conservar la rutina,
que olvida epidemias, que rompe promesas.
Caminar a gatas en mi propia certeza,
de hacerme a un lado y no hacerte notar mi presencia.
Destrocé mi piel del pecho, mis huesos, mi sangre,
para dejarte pasar a un cúmulo de carne con ritmo.
Para hacerme el favor de esconderte en mi vida.
Para darte el respiro de mi respiro, para regalarte el camino,
que te diera la seguridad de un estrecho destino.
Lo malo de jugar a que me oculto, es seguir teniéndote en mi rumbo.
Encontrarte a media calle de mi calle, en la almohada de mi sueño.
Sonreír con tu sonrisa en recuerdo, pisar mi casa y olerte de nuevo.
Tomarte tan en serio que espero no hayamos sido un vil juego.
Escucharte en las noches, canciones, festejos.
Avivar nuestro comienzo.
Si conservara mi postura de desentendido, no sería lo mismo,
me convertiría en el secuestro de mi nombre, violaría mi sentidos.
Pasar de largo y no ver nuestros lugares, es perderme en el abismo.
Te invito a compartir la ternura, los pies fríos, el dormir más que tibios.
Te invito un café para no perderte del todo y que recortes las cadenas
que nos tienen en sitios distintos...
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