Estuve a punto de que me asaltara la razón con pistola en mano.
Subí dentro de un monstruo que comía gasolina, metal y humanos.
Quemé mis naves fuera de tu casa, le pedí a Prometeo fuego para incendiar llanos.
Motivé el coraje con dos que tres cervezas, aventando el móvil en blando.
Supuse que las vidas caídas por mi culpa, se resignaron a ser olvidadas en la tumba.
Adiviné el sexo de los corsarios que abundaban en el reino de las diosas.
Recordé las efemérides de mis fracasos y las taché en el calendario de pared.
Vislumbré una bofetada por verdades dichas en momentos inadecuados.
Lo que nunca supe es qué tendría que saberme tus horarios de sueño.
Qué sí algo pasaba, estarías en pecho de cerdos con calvicie.
Qué mis llamadas ya no eran bien recibidas, ni las flores, ni caricias.
Qué tendría que hacerme a un lado, cómo sol envenenando tu piel de contrabando.