sábado, 20 de agosto de 2011

Te juro que no sabía...

Estuve a punto de que me asaltara la razón con pistola en mano.

Subí dentro de un monstruo que comía gasolina, metal y humanos.

Quemé mis naves fuera de tu casa, le pedí a Prometeo fuego para incendiar llanos.

Motivé el coraje con dos que tres cervezas, aventando el móvil en blando.

Supuse que las vidas caídas por mi culpa, se resignaron a ser olvidadas en la tumba.

Adiviné el sexo de los corsarios que abundaban en el reino de las diosas.

Recordé las efemérides de mis fracasos y las taché en el calendario de pared.

Vislumbré una bofetada por verdades dichas en momentos inadecuados.

Lo que nunca supe es qué tendría que saberme tus horarios de sueño.

Qué sí algo pasaba, estarías en pecho de cerdos con calvicie.

Qué mis llamadas ya no eran bien recibidas, ni las flores, ni caricias.

Qué tendría que hacerme a un lado, cómo sol envenenando tu piel de contrabando.

domingo, 14 de agosto de 2011

Me dijeron que no estabas.

Cuando pasé a tu casa, me dijeron que no estabas.
Que te habías fugado con no sé quién por la corniza.
Me dijeron que te contoneabas y vestías de oscuro.
Que ibas con un animal sin rostro y sin futuro.

Cuando pregunté por ti preguntaron por mi.
"¿Qué haces sí sabes que no está aquí?"
Conteste como siempre en ternura.
"Debe estar escondida, no tiene ganas de huir."

Pero fue cierto, te fugaste cuál gata en celo,
llevándote leche y arena a tu nuevo cuartel,
dejándome mierda de felino en la pared,
y semen tirado el cual estuve dispuesto a beber.

Mi manera de distanciarme es tan efctiva como la Bomba de Hiroshima.

La forma de conservar mi postura, es hacerme la víctima,

de un amor impreciso, de una palabra escondida.

De un a destiempo profano, de un rincón de mentiras.

Del sortilegio de saber que eras mía y que seguirás siendo mía.


La situación de esconderme a tu vista,

no es más que un momento por conservar la rutina,

que olvida epidemias, que rompe promesas.

Caminar a gatas en mi propia certeza,

de hacerme a un lado y no hacerte notar mi presencia.


Destrocé mi piel del pecho, mis huesos, mi sangre,

para dejarte pasar a un cúmulo de carne con ritmo.

Para hacerme el favor de esconderte en mi vida.

Para darte el respiro de mi respiro, para regalarte el camino,

que te diera la seguridad de un estrecho destino.


Lo malo de jugar a que me oculto, es seguir teniéndote en mi rumbo.

Encontrarte a media calle de mi calle, en la almohada de mi sueño.

Sonreír con tu sonrisa en recuerdo, pisar mi casa y olerte de nuevo.

Tomarte tan en serio que espero no hayamos sido un vil juego.

Escucharte en las noches, canciones, festejos.

Avivar nuestro comienzo.


Si conservara mi postura de desentendido, no sería lo mismo,

me convertiría en el secuestro de mi nombre, violaría mi sentidos.

Pasar de largo y no ver nuestros lugares, es perderme en el abismo.

Te invito a compartir la ternura, los pies fríos, el dormir más que tibios.

Te invito un café para no perderte del todo y que recortes las cadenas

que nos tienen en sitios distintos...